El bebé llega al mundo exterior tras el parto, y éste va a suponer la entrada del neonato a un mundo completamente desconocido para él. El recién nacido va a necesitar la atención constante de sus padres, ya que aún sigue siendo dependiente de otras personas.
El comportamiento del bebé va a estar determinado por sus instintos y reflejos que va a ir adquiriendo ya desde su estancia en el vientre materno. Hasta los 4 años de edad, los bebés tienen una capacidad de aprendizaje superior a la de los adultos, ya que su cerebro es muy plástico y permite establecer una gran cantidad de conexiones neuronales. Por eso, a pesar de que tienen que aprender a realizar gran cantidad de tareas, se encuentran en una etapa muy receptiva y cualquier gesto, sonido, color o movimiento les va a permitir aprender una cosa más sobre el ambiente en el que se hallan.
El bebé y sus cuidados
Durante el primer año de vida, el bebé requiere una gran cantidad de cuidados y resulta una tarea que requiere de mucho esfuerzo, sobre todo en padres que lo son por primera vez. Sin embargo, el comportamiento del hijo irá guiando en ese mayor aprendizaje, al igual que los consejos del personal sanitario y familiares.
Durante los primeros meses de vida, se debe prestar atención a aspectos como la alimentación, el sueño, el cambio de los pañales, el llanto, la presencia de gases y la salud del bebé.
En relación con los pañales, hasta una edad comprendida entre los 18 y 24 meses el bebé es incontinente. Por ello, si el neonato se pone a llorar, puede indicar que está sucio y que necesita ser cambiado, pues eso le genera incomodidad.
En cuanto al sueño, es importante conocer que el bebé no tiene los ritmos circadianos regulados (hacen referencia a la capacidad para diferenciar el día y la noche y cómo esto regula nuestra actividad diaria) como los adultos. Sólo se despierta para comer. Este es el motivo por el que puede despertarse por la noche, pues se guía por sus necesidades de hambre. Es recomendable que el bebé duerma en un colchón firme, sin peluches ni juguetes. La postura más adecuada es de lado.
Durante los primeros días, la alimentación debe ser constante, pues el bebé necesita comer cada dos o tres horas. Sin embargo, posteriormente se irán espaciando. Si la mamá decide amamantar a su hijo, se debe controlar el peso para ver si está tomando suficiente leche. A través del biberón la cantidad sí se puede controlar, pero a través del amamantamiento no. Durante los primeros días, es normal que el bebé se duerma mientras está siendo amamantado, ya que tiene que esforzarse mucho para extraer la leche de la mama.
Por tanto, los bebés pueden llorar por distintas razones, y conforme avanza el tiempo los padres se vuelven más capaces para saber cuál es la razón, que puede deberse al hambre, al sueño, a un pañal sucio o gases. Sin embargo, también es frecuente que el bebé se sienta desprotegido y llore para captar la atención de sus padres.
Como ya se ha dicho, el bebé es totalmente dependiente de sus padres cuando llega al mundo exterior, por lo que controlar su salud es de vital importancia para su desarrollo adecuado. Se deben seguir las pautas que indiquen los especialistas de la salud y prestar atención a cualquier signo de enfermedad como un comportamiento distinto, fiebre, llanto distinto o la presencia de heces anormales.
Además, no se debe medicar al niño si no es bajo prescripción médica y también es importante seguir el calendario de revisión y vacunación. Durante el primer año de vida, debe acudir al pediatra al menos una vez al mes, pero una vez alcanzado el año ya no son necesarias visitas médicas tan frecuentes.